Los barnices UV se emplean en la industria gráfica para el acabado de envases o remiendos y generan un brillo excepcional. Sus cortos tiempos de curado, la alta velocidad de producción, los bajos costes energéticos y las pequeñas cantidades a aplicar son solo unos ejemplos de su rentabilidad. Después del curado, las superficies presentan una alta resistencia al rayado así como resistencia química y mecánica.
Además, los recubrimientos causan pocas emisiones y evitan la formación de compuestos orgánicos volátiles (COV).
Durante el curado, la energía necesaria se trasmite en forma de radiación UV a los fotoiniciadores, los cuales inician la polimerización. Eso significa que las cadenas de moléculas se reticulan formando una película de barniz. Se trata de un sistema de sólido 100% en el que el grosor de la capa curada coincide con el grosor de la capa húmeda.
En los sistemas acuosos, por ejemplo, es diferente ya que se presentan pérdidas del grosor al secarse la capa.
Los fotoiniciadores no se integran en la película de barniz a la hora del curado. Por ello y por su bajo peso molecular (<400 Dalton), los barnices estándar presentan un alto potencial de migración. Por eso no son apropiados para los envases de alimentos. Para este tipo de aplicaciones existen unos fotoiniciadores especiales.
La figura de abajo representa la estructura química de los barnices estándar en estado húmedo y como película de barniz curado. Los fotoiniciadores libres móviles están representados como puntos verdes y los acrilatos como puntos amarillos.